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Historia de la Miel

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Desde épocas inmemoriales, la miel ha sido considerada un alimento de los dioses, fuente de juventud, sabiduría e inmortalidad. Con el tiempo la ciencia demostraría que estas creencias no estaban lejos de la realidad. También las productoras de la miel, las abejas, se consideraban divinas en muchas culturas antiguas. Y no es de extrañar, pues a medida que la ciencia ha ido des- velando sus secretos (cómo danzan para comunicarse, cómo transforman el néctar de las flores en miel, cómo resultan fundamentales para la polinización) más extraordinarias parecen. Según Einstein, si las abejas se extinguieran, la humanidad no duraría más de cuatro años. Y es que la deuda del hombre con ellas es mucho mayor de lo que se piensa.

 

Hoy se sabe que la miel es uno de los alimentos más energéticos que existen y, además de ser deliciosa, tiene una lista inmensa de virtudes: ayuda al crecimiento y a fortalecer los huesos; es vigorizante, calmante y antiséptica; combate la anemia, los catarros y el asma; es buena para el corazón, el hígado, el estómago y el intelecto. Además, si se conserva bien, su sabor y sus propiedades no tienen fecha de caducidad. Ahora que la sociedad apuesta claramente por una alimentación sana, la miel no puede faltar en la cocina de los buenos gourmets. En este útil manual se explican no sólo los usos de la miel como alimento, sino también sus numerosas aplicaciones prácticas. Quienes disfrutan cuidándose descubrirán que la miel es un perfecto ingre- diente para elaborar muchos trucos de belleza.

La apicultura, un regalo de los dioses

Según la mitología griega, Aristeo (el guardián de las abejas), hijo de Apolo, fue criado por las ninfas, quienes le revelaron los secretos de la apicultura. Gracias a estas enseñanzas, construyó un vasto colmenar. Un día, mientras paseaba, divisó a la hermosa ninfa Eurídice y quedó prendado de su belleza. Quiso seducirla, pero la joven logró escapar y en su huida pisó una serpiente venenosa que le causó la muerte. Las otras ninfas, enojadas con Aristeo, le castigaron destruyendo sus panales y matando a sus abejas. Para hacerse perdonar, el dios sacrificó cuatro bueyes y cuatro vacas, y los ofreció a las diosas. Las ofrendas aplacaron la ira de las ninfas, quienes hicieron surgir de las entrañas de los animales muertos nuevos enjambres de abejas. Así, Aristeo pudo reconstruir su colmenar y enseñar la apicultura a los hombres.

Los egipcios, los primeros apicultores

Los antiguos egipcios fueron los pioneros en la historia de la apicultura. Ellos construyeron los primeros panales para producir la miel que usaban para preservar los alimentos y hacer ungüentos de belleza y medicinas, y que guardaban en los templos para ofrecer a los dioses. Asociaban este ingrediente con el nacimiento (pensaban que proporcionaba fertilidad) y con la muerte (con la miel embalsamaban los cadáveres). Los egipcios fueron también los inventores de la trashumancia apícola: para que las abejas pudieran producir el néctar durante todo el año, desplazaban en barco las colmenas a lo largo del Nilo.

Miel para vivir más

Los griegos, además de considerar la miel como el alimento de los dioses, entendieron la importancia de sus propiedades para el hombre. Filósofos como Demócrito, Pitágoras y Aristóteles la tomaban en grandes cantidades y creían que era una medicina fortificante y que proporcionaba una larga vida. Aristóteles vivió 62 años, Pitágoras, 77, y los autores antiguos cuentan que Demócrito superó los 100 años.

Pagar en miel

Con los romanos, la apicultura se difundió por todo el Imperio y su producción se convirtió en una de las principales industrias. Era tan apreciada, especialmente la de Hispania, que algunos impuestos se recaudaban en miel.

El hidromiel, la bebida de los vikingos

Cuando los romanos invadieron Inglaterra en el siglo de nuestra era, observaron que el pueblo con- sumía un líquido fermentado preparado con miel y agua: el hidromiel. Esta bebida alcohólica, considerada la más antigua (es anterior al vino y a la cerveza) fue muy popular entre los romanos, los griegos, los celtas y los sajones, aunque seguramente los más conocidos consumidores fueron los vikingos, a quienes el hidromiel les servía para fortalecerles ante los rigores del Atlántico norte.

La miel, alimento puro del Corán

Los árabes dieron un fuerte impulso a la apicultura y la miel, considerada uno de los alimentos puros del Corán. Se convirtió en un elemento básico de su cocina. De ella nos llegaron recetas que persisten en la actualidad, como el alfajor, los pestiños o los asados de cordero con miel..

Velas en la Edad Media

En la Edad Media la apicultura se desarrolló de manera importante debido al aumento de la necesidad de cera para fabricar velas destinadas al culto. Esta actividad quedó relegada a los conventos, y fueron los hombres de iglesia quienes contribuyeron de forma más importante al desarrollo de las técnicas de la apicultura. En la época de la Reconquista, a causa de las numerosas partidas de bandoleros que saqueaban y arrasaban las colmenas, se crearon las primeras hermandades de colmeneros en España con el objeto de proteger sus bienes.

Las abejas viajan a América

Tras el descubrimiento de América, los colonizadores exportaron al Nuevo Mundo colmenas repletas de abejas, que para los indios se convirtieron en animales propios del hombre blanco. Hasta entonces, allí sólo se conocían las abejas llamadas meliponas, o de tierra, una especie sin aguijón que elabora una miel oscura en panales construidos sobre el suelo. Los colonos encontraron en este néctar un ingrediente ideal no sólo en la elaboración de recetas de cocina, sino también perfecto para preservar los alimentos y fabricar cemento y barnices.

La competencia de la caña de azúcar

Hasta comienzos del siglo xviii, la miel constituyó la principal fuente de azúcar de que dispuso la humanidad. Un «dulce reinado» que acabó con la introducción de la caña de azúcar en Europa, que llegó primero desde el golfo de Bengala en uno de los viajes de Alejandro Magno y luego desde Centroamérica, donde se establecieron vastas plantaciones de este cultivo.

El descubrimiento de la remolacha

En el mismo siglo aparecería otro potente competidor: la remolacha azucarera, procedente de una planta que podía cultivarse en el clima templado europeo. Pero este azúcar no recibió la atención que merecía hasta unos años más tarde, con el bloqueo de los puertos comerciales franceses durante las guerras napoleónicas. A principios del siglo xix, la caña de azúcar prácticamente había desaparecido en los comercios europeos. Entonces unos científicos le presentaron a Napoleón azúcar obtenido de remolacha. El emperador francés quedó realmente impresionado, así que ordenó plantar 32.000 hectáreas de esta hortaliza y establecer varias fábricas.

La miel, ingrediente primordial en la cocina

Como edulcorante, la miel ha perdido la batalla frente a la caña de azúcar y la remolacha, de las que procede en la actualidad el 70% y el 30%, respectivamente, de la producción mundial de azúcar. A pesar de ello, por sus envidiables propiedades nutritivas y terapéuticas, sigue siendo un ingrediente primordial en todas las culturas. No puede faltar en la cocina de quienes buscan una alimentación sana y natural.

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